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viernes, 20 de julio de 2007

Un documental desvela el trabajo forzado de mineros en la posguerra

Segun informa diario de leon

Un documental desvela el trabajo forzado de mineros en la posguerra

Eloína Terrón y el realizador Chus Domínguez son los autores del trabajo de investigación
Preestreno de «Los campos del silencio» en un curso de verano que se celebra en Villablino
Dos pesetas de sueldo oficial y 50 céntimos de cobro efectivo
Entrevista: «La dictadura alquiló a los presos de forma esclavista»
A. Gaitero león

Los trabajos forzados de un batallón de 250 trabajadores en minas de Fabero durante la posguerra española salen a luz en el documental Los campos del silencio , que cierra hoy el curso Mina, Cultura y Sociedad que se celebra en Villablino.

El realizador Chus Domínguez y la profesora faberesense Eloína Terrón, directora del documental, se adentran en un capítulo de las historia «subterráneo, como las propias minas» y silenciado en la memoria colectiva, incluso en la local, por el «poderoso efecto que el miedo ha ejercido sobre la memoria», reconoce el realizador leonés.

Durante dos años, han recorrido con la cámara el camino que hacían los mineros presos desde los barracones levantados en Fabero, ya desaparecidos, a la bocamina que también está tapada, entrevistaron a hijos e hijas de los prisioneros, a mineros a libres que fueron testigos y han tenido que cruzar el Atlántico para recoger el testimonio de uno de los pocos superviventes, Vicente García, de 92 años, que vive en Argentina.

También han seguido el rastro de los mineros en los archivos históricos y contrastado la información con expertos como Reyes Maté, investigador de los campos de concentración del nazismo, y el profesor de Historia de la Universidad de León, Javier Rodríguez, que investiga la represión bajo la dictadura franquista.

El silencio es el hilo conductor del documental, «un silencio que afecta a lo más físico, a la mina y a los barracones derruidos», explica Chus Domínguez y cuya única explicación es la «larga represión a nivel psicológico que supusieron los 40 años de dictadura, sin que hubiera la oportunidad para que una generación siguiente a ellos destapara el tema».

Benjamín Rubio, que fue enlace de la guerrilla y conoció de cerca a aquellos presos, participa en el coloquio que seguirá a la proyección del documental, a partir de las 12.00 de la mañana en las aulas de la universidad de verano ubicadas en las escuelas de Sierra Pambley en Villablino.

Este silencio es más sorprendente, añade Domínguez, por cuanto la duración de la explotación de presos en las minas de Antracita de Moro y Minas del Bierzo se prolongó durante ocho años, entre 1939 y 1947. Al contrario, la memoria colectiva ha convertido en «leyenda negra» este capítulo de la posguerra, señalan los autores.

La inconsciencia colectiva Por ello , Los campos del silencio «trata de recuperar la memoria sobre estos sucesos, sobre el sufrimiento a que se vieron forzados esos hombres y sus familias», al tiempo que «indaga en los mecanismos de construcción social de la inconsciencia colectiva».

En 52 minutos de duración, el documental indaga también en los motivos por los que el régimen privilegió a las minas como destinatarias de esta mano de obra barata: «Las minas se habían quedado vacías y las cárceles estaban llenas de mineros, profesionales muy cualificados que trabajan desde el primer día a pleno rendimiento sin necesidad de aprendizaje», indican Terrón y Domínguez.

La minería era un sector estratégico para el país, la única exportación que podía permitirse el régimen franquista. Y los trabajos forzados de los presos republicanos fueron maquillados como «una impecable relación laboral, en la que los presos pudieron redimir su pena. Ningún matiz que explique que aquellos presos lo eran por haber defendido la legalidad democrática vigente de la República», concluyen.

Dos pesetas de sueldo oficial y 50 céntimos de cobro efectivo

Los presos que trabajaron en las minas durante la posguerra española tenían un sueldo oficial de dos pesetas diarias, pero en la práctica sólo llegaban a sus manos y a sus familias 50 centímos. En teoría, el dinero detraído iba destinado a la manutención de los prisiones.

Eran, además, salarios muy bajos si se comparan con el sueldo medio del país en la época de posguerra, que se situaba entre 10 y 14 pesetas de media al día.

Los prisioneros republicanos fueron destinados no sólo a minas de León, sino también de Asturias, Galicia, Teruel, Almadén, Guardia de Ares (Lérida) Hellín (Albacete), La Unión y Cartagena (Murcia).

Hasta 20.000 presos trabajaron en una actividad más simbólica que productiva, la construcción del Valle de los Caídos a partir de 1940. La redención de penas por el trabajo fue instaurada, según el decreto 281 de 1937, «por el aumento en el número de prisioneros y condenados» que requerían destino «apremiante».


ENTREVISTA | JAVIER RODRÍGUEZ

Historiador
Las minas fueron uno de los destinos «privilegiados» de la mano de obra barata que constituyeron los presos republicanos: Fabero, Orallo y Matarrosa del Sil tuvieron varios batallones
A. Gaitero

El profesor de la Universidad de León, Javier Rodríguez, es el director del curso Mina, cultura y sociedad que hoy se clausura en Villablino, organizado por la universidad leonesa, la Universidad Carlos III de Madrid y el municipio lacianiego. Rodríguez, profesor de Historia Contemporánea, se ha especializado en el capítulo de la represión franquista.

-¿Cómo se organizaron legalmente los batallones?

-En 1937, en plena Guerra Civil, los sublevados crean la Inspección General de Campos de Concentración, encargada de distribuir a un contingente importante de presos en los batallones disciplinarios de trabajadores, donde los presos van a poder reducir una parte de su pena. Lo singular es que se trata de presos políticos, cuyo único delito era haber servido al sistema democrático de la República. Hubo algún preso del bando sublevado, que estaba sancionado.

-Además de Fabero, ¿hubo otros batallones en León?

-Antracitas de Moro se trasladó a Matarrosa del Sil y en Fabero permaneció el de Minas del Bierzo. Pero también hubo un batallón con un centenar de trabajadores en Orallo, trabajando para MSP, según consta en la memoria de prisiones de 1941 y en Matarrosa del Sil, otro en Antracitas de Gaiztarro. En Villamanín, que entró en el capítulo de regiones devastadas, el pueblo fue reconstruido con presos políticos.

-¿Solicitaban los presos incorporarse a estos batallones para redimir las penas impuestas?

-Hubo presos mineros que estaban en las minas de Almadén y pidieron ir a Fabero para estar más cerca de sus familias. A otros les sacaron de la cárcel para ir a la mina, porque necesitaban mano de obra especializada. Algunos destacamentos son alquilados por la dictadura franquista para trabajar en las minas, que se benefician de un trabajo casi esclavista. La rentabilidad que el Estado y las empresas mineras obtienen es altísima.

-El documental indaga sobre el silencio que ha cubierto este penoso capítulo. ¿Cómo se explica desde la Historia?

-Los ciudadanos son los herederos naturales de la Historia, pero se ha fomentado el olvido y hay una dejadez institucional muy grande, particularmente en León. Es imprescindible que la Ley de Memoria Histórica salga adelante en septiembre, de lo contrario se agotará la legislatura sin cumplir el objetivo del gobierno Zapatero.

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